Son tres poderosas armas, pintadas de blanco y camufladas con tanto arte que a su enunciación todos ustedes vibraron de emoción mística y ahora sentirán profunda indignación ante lo que juzgarán como sacrilegio: la demostración de que esta trilogía es el atentado más perverso que jamás se ideó contra la humanidad. Porque con la FE se anula a la razón y a la inteligencia; con la ESPERANZA se convierte al hombre en esclavo de la casualidad, incapaz de planear, prever y calcular el futuro científicamente y con la caridad se destruye el equilibrio sinérgico y se perpetúa la humillación, la invalidez y la miseria. Las tácticas de los mercaderes de la inmortalidad son materia de la historia. Hablan de paz y, al mismo tiempo, instigan las guerras, bendicen las armas, distribuyen amuletos entre los contendientes de ambos bandos y se sientan a esperar para ver quien gana y entonar «te déums» en su nombre. Hablan de igualdad y defienden los privilegios de clase en los régimenes aristocráticos de explotación. Hablan de iluminación y apagan las luces del conocimiento. Los mercachifles del santo disimulo inventaron la confesión y la absolución, como medio para invalidar el sentido de responsabilidad social. Donde quiera que van les acompaña la distorsión de los valores naturales, del sentido común, de la ética y de la confianza de los hombres en sí mismos, para substituirlos por escalas de valores sobrenaturales, antí-naturales, arbitrarios y ficticios, suficientemente impactantes como para dejar a los individuos sumidos en la confusión y abatidos por un complejo de culpabilidad, inducido arteramente (¿¡Digan Uds., nomás, qué rayos de culpa tenemos de que Adán haya cohabitado con Eva!?).
No hay rincón de la vida privada de los hombres donde los vendedores ambulantes de exorcismos y fetiches no se metan. Una vez acorralado su ganado, le sacan el mayor provecho posible: explotan la inseguridad que en ellos han cultivado cuidadosamente y que hace crisis en cada una de las decisiones trascendentales de la vida y ante cada evento de consecuencias imprevisibles; el nacimiento, el matrimonio, muerte, iniciación de un nuevo negocio, la enfermedad. Todo se presta para cobrar sobornos en nombre del ente que ellos colocaron en el centro del Universo para interferir caprichosamente con las leyes cósmicas naturales. En fín. Eso es el Vaticano y su gran negociación transnacional. Podemos esperar que, si no logran derrotar a la ciencia, diseñarán nuevas tácticas para seguir gozando del monopolio mundial de intangibles sobrenaturales. Ya se ostentan como caudillos de la izquierda santificada y paladines de los pueblos desarrapados del Tercer Mundo; pero no nos equivoquemos: su único propósito es conducir a los tres mundos hacia el otro mundo, mientras ellos, gracias a Dios, se quedan en éste, disfrutando las ganancias de la operación «POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS, AMEN».
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